El análisis técnico, como tantas otras profesiones, se apoya o construye sobre un lenguaje propio y peculiar. Se alimenta de términos extranjeros, términos en inglés o japonés, que apuntan los orígenes de la bibliografía y de los centros de ejercicio profesional, y también de otros términos que pueden rozar lo exótico o hasta lo poético.
La originalidad del lenguaje del análisis técnico la encontramos en otra parte. Fuera de los términos técnicos, otros oficios pueden usar todas las demás herramientas del lenguaje solo con las limitaciones del saber o del talento de sus practicantes. No es así con el análisis técnico.
Los discursos se crean con un número limitado de locuciones y con la prohibición expresa de otras. Construimos argumentos con piezas como “tal vez”, “no es seguro”, “depende”, “quien sabe”, “a lo mejor”, “con suerte” y similares, un abundante uso de los tiempos condicional y subjuntivo en los verbos y la consideración de “tabú” de dos términos que son el peor pecado del análisis técnico, los malditos “NUNCA” y “SIEMPRE”
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